Nuestra misión

Nuestra misión

La misión de Jesucristo obedece al Amor del Padre, quien tanto ha amado al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito (cf. Jn 3,16; 4,34; 14,31; 1Jn 4,9-10). El Espíritu Santo comunica ese amor universal a la Iglesia (cf. Rm 5,5) para que, enviada por su Señor a servir al mundo, sea en todo la Esposa fiel que dice: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20).

Jesucristo, por su infinita bondad y misericordia, nos conduce a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (cf. Jn 15,12.17; 13,34), es decir, dando la vida por los amigos (cf. Jn 15,13).

Los Siervos de Jesús queremos ayudar a los hombres a aceptar la amistad que Jesucristo nos ofrece, que es fuente de caridad para con todos. Porque la amistad del Señor nos lleva a salir de nosotros mismos, de nuestro «propio amor, querer e interés» (EE 19), y así nos introduce en el servicio sacrificado que Él mismo presta a los hermanos (cf. Jn 13,14), especialmente abriendo el corazón a los necesitados (cf. 1Jn 3,16-18).

La misión de los Siervos de Jesús es ayudar a los hombres a entregarse a su propia misión y participar así de la misión de Jesucristo.

Misa en la capilla de la Sede del Instituto.

¿Qué intentamos con nuestra labor?

· Ayudar a los hombres a reconocer a Dios como Creador y Padre lleno de amor y a dejarse amar por Él (cf. EE 23 y 230-237).

· Favorecer el encuentro de los hombres con Jesucristo, Redentor que ha muerto para el perdón de nuestros pecados (cf. EE 53), quien nos regala la confesión como sacramento (cf. Jn 20,23) y como actitud constante ante Él (cf. 1Jn 1,8-2,2).

· Ayudar a los fieles cristianos a escuchar siempre de nuevo la voz del Señor que llama a todos y cada uno (cf. EE 95) y les muestra el camino (cf. EE 146) para que se entreguen siempre más a la voluntad de Dios (cf. Jn 15,14) según su estado de vida.

· Promover el sentir con la Iglesia, verdadera Esposa de Cristo (cf. EE 352 y 353), animando el sentido profundo de fe y amor que ha de guiar la obediencia al Papa, sucesor de San Pedro (cf. EE 365), fomentando la comunión en la Iglesia, el aprecio por su Tradición y el amor de amistad que agradece con gozo los multiformes dones del Espíritu Santo.